/"...con la comida no se juega..."/
Encuentros dulces, dulces y quebradizos
Sobre la mesada de madera de la casa de campo de abuela, alguien
olvidó el platito con la manteca.
Desde ahí,
desde esa miniatura de plato
-apenas una nave voladora de aliens mascotas-
se podría detectar el irregular movimiento de un doberman
acercándose al gato,
el perro sube y baja de los matorrales altos, como unas contadas olas de petróleo.
La manteca, mientras tanto
se distiende, suda su materia amarilla.
Salta, el doberman
Salta, el gato.
Pero saltan uno hacia el otro
no huyen sino que se buscan, imanes domésticos
impredecibles.
Sobre las ya achatadas margaritas de abuela,
apenas se adivinan dos lenguas sobando pelajes, pelajes y pieles.
Desde ese platito ya no se los puede ver,
se pierden por debajo de la línea del campo visual.
La manteca, ella sí, puede testimoniar,
el calor, el viento, la siesta de Arguello
fueron volcando la materia derretida sobre la mesa:
gotitas, gotitas de agua de manteca van cayendo al pasto,
lentas, de a una, sin amontonarse
se turnan para contemplar la dupla animal,
abajo, allá en medio de tierra seca y pasto
Sí se aglutinan ansiosas por contarse lo que vieron.
Todo, dijo una abuela, sucede a la siesta cuando nadie mira.
Siestas dulcísimas, hermosas, quebradizas:
Membrillo casero cediendo al filo de un cuchillo caliente.
Sobre la mesada de madera de la casa de campo de abuela, alguien
olvidó el platito con la manteca.
Desde ahí,
desde esa miniatura de plato
-apenas una nave voladora de aliens mascotas-
se podría detectar el irregular movimiento de un doberman
acercándose al gato,
el perro sube y baja de los matorrales altos, como unas contadas olas de petróleo.
La manteca, mientras tanto
se distiende, suda su materia amarilla.
Salta, el doberman
Salta, el gato.
Pero saltan uno hacia el otro
no huyen sino que se buscan, imanes domésticos
impredecibles.
Sobre las ya achatadas margaritas de abuela,
apenas se adivinan dos lenguas sobando pelajes, pelajes y pieles.
Desde ese platito ya no se los puede ver,
se pierden por debajo de la línea del campo visual.
La manteca, ella sí, puede testimoniar,
el calor, el viento, la siesta de Arguello
fueron volcando la materia derretida sobre la mesa:
gotitas, gotitas de agua de manteca van cayendo al pasto,
lentas, de a una, sin amontonarse
se turnan para contemplar la dupla animal,
abajo, allá en medio de tierra seca y pasto
Sí se aglutinan ansiosas por contarse lo que vieron.
Todo, dijo una abuela, sucede a la siesta cuando nadie mira.
Siestas dulcísimas, hermosas, quebradizas:
Membrillo casero cediendo al filo de un cuchillo caliente.
Gregory Colbert
3 comentarios:
Exquisito.
un beso
mariela
Pasá por acá
www.laudanogirl.blogspot.com
Chau, hermoso.
Mariela:
"exquisito"!!
"hermoso"!!!
Dos mimos a mis dos narcisismos: escriturial, y físico.
Re gracias. ;)
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